ONGI ETORRI

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Si traen parné... que se queden



Gobierno de estado anuncia ganga:
permiso de residencia para aquel extranjero que compre una vivienda de más de 160 000 €. Olvídese de incómodos papeleos, abandone la oficina del padrón, rompa su acreditación de penales, guarde su visado, ¡saque la visa!

Da vergüenza oír la radio. Si un día anuncian la retirada de tarjeta sanitaria a sin papeles o una patética, paliativa y estética medida para abordar la problemática de los desahucios, al día siguiente ofrecen lo que parecía imposible, la residencia, a cambio de pasta. Si antes ligaron inmigración con trabajo, pues el interés estaba en la consecución de mano de obra barata, hoy se busca el saneamiento financiero. Al fin y al cabo, aunque para algunos haya alfombra roja y para otras, Centros de Internamiento, no deja de ser instrumental la percepción que estos ocurrentes dirigentes tienen de las personas y del derecho a la libre circulación.

Si grandes eran los campos de invernaderos en que los jornaleros dejaban su sudor y sus lágrimas, mayor es el parque inmobiliario, ahora mismo en barbecho, que quieren sacar a flote aquellos especuladores y usureros que tanto hicieron por meternos en este lío de paro y de recortes. ¡que compren casas!, ¡que firmen hipotecas!, ¡que laven su dinero!, los nostálgicos del régimen (régimen del pelotazo), ya ven de nuevo inflarse sobre nuestra cabezas, la burbuja inmobiliaria.

Con este tipo de medidas, innovadoras y fascistas en igual medida, sólo pretenden rebañar un poco más en el indigesto plato de aquella falsa bonanza económica que no fue sino el origen de nuestros actuales males. Bien es cierto que el dinero no tiene demasiado arraigo nacional. Lo peor, que en la radio, trataban de justificar este giro en materia de inmigración, pegando detrás de esta noticia, otra que decía que la población estatal empezará a decrecer en breve, que nos hace falta gente, gente con pasta, vamos. Los pobres, “redada y pa su casa.”

Colectivo Malatextos 20-11-12

¿Trabajadores o forofos?


La situación que nos está tocando vivir es muy jodida, demasiado como para perder bazas en discusiones estúpidas. Si a todos nos sobran motivos para movilizarnos, hagámoslo y además con nuestras propias ideas y discursos.
            A raíz de la convocatoria de huelga general convocada por el sindicalismo más institucionalizado, se ha producido un gran debate o un gran "cacareo" si nos atenemos al resultado del mismo, que si bien podría haber servido de algo, se ha quedado en el siempre pedagógico y metafísico "¡y tú más!".

            En una sociedad en la que el sindicalismo tiene un grado de deslegitimación elevadísimo, si atendemos al nivel de afiliación y a los logros obtenidos en los últimos años,  donde la precarización laboral ha avanzado sin apenas cortapisas o frenos provenientes del mundo sindical, el hecho de que aparezcan unos sindicatos diciendo que existen motivos sobrados para hacer no una huelga, sino todas las que queramos, pero que no lo hacen por no se sabe muy bien que motivos más allá de quien ha convocado primero, "ayuda" y mucho, a movilizar a una sociedad sobrada de excusas para no hacerlo pero también sobrada de motivos para hacerlo.

            Claro, uno se acerca estos días a las tertulias espontáneas que hay en todos los tajos cuando se almuerza, o se echa un café y no puedes más que avergonzarte de pertenecer a la misma especie (salvo honrosas excepciones, ¡siempre las honrosas excepciones!).

            Están los del: "hasta que no se pongan todos de acuerdo yo no paro"; también aquellos que recuerdan "lo que cuesta una huelga" o los que repiten que "no sirven para nada". Probablemente este grupo de personas no harán nada en su vida más que transcurrir por ella sin pena ni gloria, sin alegrías ni objetivos, simplemente cumplirán servilmente lo que les digan hasta que claven la tapa de su caja y sólo se pueden plantear la movilización cuando la calle ya esté en "llamas", quizás ni entonces.

            El grupo que me ocupa, es ese grupo que protesta, se mueve, hace piquetes, pega carteles, lleva insignias, pegatinas, megáfonos, banderas,... eso sí, siempre y cuando lo mande "su dirección". Y ahí ni siquiera voy a hacer distingos entre bloques porque en ese aspecto, se comportan igual: como auténticos hinchas.

            Así nos encontramos con que la vara de medir los motivos para movilizarse y tomar las calles, se reducen a los colores, a las siglas. Todo por las siglas, sí muy parecido al lema del benemérito cuerpo, demasiado. Todo se reduce a un simplismo infantil que puede llevarte a la discusión más acalorada pero que está fuera de toda realidad y encima, aparta los verdaderos motivos por los que se hacen necesarias no una huelga no, "cinco mil" para acabar con toda la injusticia y desigualdad que nos rodea.

            Pero no. Los que "valen" siempre son los míos, no en la medida de lo que hacen o porqué lo hacen sino en la medida de quienes son. Y así asistimos a un Osasuna-Zaragoza, un Athletic-Real, un CCOO/UGT-ELA/LAB. Claro que los sindicatos pequeños y movimientos sociales, nunca pueden llegar a "jugar esa liga" ya que se ven arrastrados en unas corrientes de las que no sin dificultad consiguen elevar un discurso distinto si es que lo tienen, que de todo hay, arrastrando también sus propias miserias.

            La situación que nos está tocando vivir es muy jodida, demasiado como para perder bazas en discusiones estúpidas. Si a todos nos sobran motivos para movilizarnos, hagámoslo y además con nuestras propias ideas y discursos. No caigamos en juegos cortoplacistas por mucho que nos hagan sentir "llenos" por dentro porque estos juegos, nos están desarmando socialmente. Estamos poniendo en bandeja de plata al poder económico nuestras vidas para que hagan de ellas lo que quieran en pro de sus beneficios. Estamos entregando el futuro de nuestros hijos a personas y entidades cuya preocupación no es otra que ganar más y más dinero, y van a acabar con todo y con todos. Les da igual.

            Hoy, y esa es la razón de este escrito, una mujer, de 53 años, se ha arrojado por la ventana de su vivienda, en Barakaldo, cuando la comitiva judicial iba a desahuciarla de su piso. Desesperación y soledad.  

            Podremos ser tan torpes socialmente como queramos, pero hay motivos más que de sobra como para "tragarse" las puñeteras siglas, las puñeteras pegatinas, las puñeteras banderas y ofrecer generosamente un esfuerzo que al menos, tratando honestamente de revertir tanta injusticia, ilusione a las personas que en peor situación se encuentran y que además, son las que de forma más dura están sufriendo esta crisis-saqueo. La situación actual transciende de  sindicatos, parlamentos y demás instituciones.  

            Si hoy los partidos mayoritarios en el estado se están planteando tomar alguna  medida para que a la banca no se le siga cuestionando su proceder criminal (les importamos tanto como el "rédito" que puedan sacar de nosotros o de nuestra situación, no nos engañemos) habrá sido por la solidaridad de la gente, sin pegatinas, sin banderas,... que plantándose en la puerta del vecino y exponiéndose a los palos de la autoridad, ha plantado en el centro del debate lo injusto y cruel del atraco al que estamos asistiendo con pasmosa tranquilidad. ¿Y los bloques sindicales ?. Pues uno lleva convocadas 5 huelgas y el otro 3. La Banca gana.

Colectivo Malatextos 13-11-12

Cuéntame... qué pasará.


Va a ser difícil que dentro de treinta o cuarenta años nadie pueda llevar a cabo una revisión histórica del momento actual en clave sentimentaloide, al estilo de la célebre serie, por mucho que se maquille, malinterprete y falsee la realidad como se hace en el culebrón de los Alcántara. Difícil será recordar con añoranza estos años de continua derrota, de retrocesos sociales y de incremento de la desigualdad. ¿Cómo hacer épica de la podredumbre que nos va invadiendo? Una denegación de Renta Básica, una retirada de la atención sanitaria o un aumento en los ratios de educación resultan poco cinematográficos, por lo menos, a nivel masivo.

El desplome de nuestros derechos es paralelo al de las bolsas, por lo que nos quieren hacer creer que la mejor manera de proteger nuestras libertades es trabajar en pro de los mercados. Estamos deseando, por ello, que las multinacionales que desmigan y precarizan el empleo tengan beneficios escandalosos y se consoliden en nuestros territorios para así mantener algunos puestos de trabajo, para favorecer así, en alguna medida, niveles de consumo, que nos puedan llevar de nuevo a la espiral consumo-deuda de la que nunca quisimos salir. El más que improbable regreso a la senda del crecimiento, esa obsesión con la que el capitalismo ha funcionado hasta la actualidad, parece ser la meta de amplios sectores de la sociedad, pero no nos depara más que aquello que nos metió en el lío.

Es momento, pues, de cambiar radicalmente el modelo. Parece que la Historia se nos viene echando encima, que el momento actual es un punto de inflexión o se convertirá en un callejón de difícil retorno, en todo caso nada será igual: nos ocultan la enorme crisis energética que tenemos a la vuelta de la esquina, más crucial que la financiera. Los límites del planeta se están dejando ver a las crudas y la fórmula de la guerra y el autoritarismo militarista ya se está ensayando y es digna, además, de premios Nóbel de la Paz, tal como hemos podido comprobar los últimos años. 

Si el momento es clave, más debiera ser nuestra respuesta. Empezar a caminar hacia una sociedad más justa y más libre, así en abstracto, sin fórmulas ideológicas mágicas, sólo se atisba posible a través de la oposición, casi instintiva, a las políticas, sean estas regresivas o expansivas, de un capitalismo desarrollista desbocado que ha esquivado toda capacidad de frenado y de reacción frente a las alertas.

Nuestro rechazo al viejo modelo tiene que ser visceral y tenemos que hacer emerger otros principios rectores que realmente puedan llevar a sociedades más equitativas y democráticas. En un mundo en el  que se evidencia la escasez y la injusticia, debemos impulsar con total convencimiento el reparto, única garantía de bienestar propio y ajeno. Lo otro, el desarrollismo y la competitividad sólo significa la perversa conjunción de opulencia y miseria exacerbadas, que no dejan espacio para la normalidad ni la dignidad. Esa oposición a la competitividad no depende de si en un momento dado nos beneficia o perjudica. La deslocalización, por ejemplo, es una de las formas de ejercerse esa competividad, y no podemos aplaudirla cuando nos beneficia (como en el caso actual de una factoría de automoción de Valencia) y combatirla solo cuando nos perjudica. Necesitamos otra orientación del sindicalismo y lo social, en la que no primen los intereses particulares (por más que se presenten como colectivos por afectar a un grupo determinado) sino que se rija por criterios de justicia, equidad, universalidad, etc.

A la Huelga el 14N debemos ir tratando de hacer visibles discursos de este tipo. Esta convocatoria avanza hacia formas de respuesta social a nivel europeo que hasta hace poco parecía imposibles, pero no bastará con ampliar la extensión de nuestras convocatorias, es necesario igualmente ampliar su horizonte hacia mayores cotas de equidad por la vía del reparto. Eso sólo puede ocurrir si la acción empieza en cada cual, si apostamos por tomar la iniciativa. Ese día a las 11h, en la Plaza del Vínculo, diversas gentes trataremos de escenificar modestamente esta tendencia, pásate. Sólo nuestra actitud determinará qué pasará. Que no nos cuenten historias, hagamos historia.

Colectivo Malatextos. 10-11-12





Felicidad

 Felicidad

Hace un día preciosamente triste, de nubes baja, grises y amenazantes, que se corresponde, perfectamente, con la situación social envolvente, insoportablemente dura ya para muchas personas -lo que debiera convertirla en insoportable para todas- y para todas amenazante.
Sin embargo, al asomarte al balcón ves a grupos de niños y jóvenes celebrando el Hallowen, con sus trajes satinados, sumidos en esa felicidad ambiental grupal, a la que tiene derecho o de la que nadie tiene derecho a excluirlos, pero que sabes falsa, añadida, sin correspondencia con la realidad real. Y una sensación similar te transmite la bandera de Osasuna colgada de algunos balcones o la celebración hace unas semanas del Nafarroa Oinez.
Es cierto que todo el mundo tiene derecho a sentirse feliz,  a no quedar excluido de esa felicidad ambiental grupal en la que sobrenadamos, menos un niño o un joven todavía con escaso criterio para situarse a distancia de la media, de lo contagioso, de lo imbuido.
Pero es más cierto todavía que la sociedad en la que estamos instalados tiene una enorme capacidad para generar dinámicas que nos atrapen, eventos que nos distraigan, reiterativos sucesos históricos a los que resulta difícil mantenerse ajeno y que nos mantienen entretenidos, movilizados en torno a un permanente espectáculo, al que no nos vincula nada, salvo el que “todo el mundo está dentro” y del que, por tanto, quedar fuera no es solo no estar dentro, sino quedar excluido. Reduciendo así, lo que realmente importa, lo que realmente afecta a nuestras vidas y a las vidas de las personas próximas a algo sin tiempo ni espacio, a algo permanentemente relegado.
Vivimos en un mundo en el que, por lo menos colectivamente, todo es evasión. Evasión a la que nos inducen y a la que nos dejamos inducir para vivir fuera de la realidad, fuera de nosotras mismas. La realidad solo nos golpea individualmente, en el ámbito de lo privado, de lo íntimo, de lo nos visibilizado, mientras que en lo público, lo colectivo, lo que se hace visible todo es irreal, sea la celebración e Hallowen o las víctimas de esa celebración.
Los días preciosamente tristes se suceden inútilmente, sin capacidad para conseguir que nuestros silencios se conecten, para que los diversos y similares “lo que me pasa” se sumen y se conviertan en lo que nos pasa, en lo que realmente pasa, para que se conviertan en la realidad. Cuando el individualismo cunde, cuando lo de cada uno no se conecta y adquiere presencia, precisamente entonces, lo individual desaparece y deja el hueco libre para ser ocupado por la irrealidad que nos crean y nos invade.

Colectivo Malatextos 5-11-12