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Ideas que salieron durante el debate/tertulia sobre libertad de expresión y formas de expresarnos. Triki Traku, 28 de sept de 2017 (Colectivo Malatextos)








Hablar desde los márgenes, difícultades y propuestas

-En muchas ocasiones resulta difícil el debate rico y constructivo con “lxs distintxs”. Existe mucha cerrazón y falta de criterios propios. Ante estas situaciones se planteó la necesidad de “ir buscando” y “generando ambientes”.

-Ante aberraciones que podemos llegar a escuchar se planteó si “¿todas las ideas son respetables?”, alguien contestó, “cuando menos son expresables”. También se dijo que no debemos regular la expresión pero sí la mentira.

-Frente a la construcción de etiquetas/dogmas/catecismos, frente al desinterés hacia nuestro discurso, hubo quienes quisieron contraponer como herramientas la asertividad, buscar el interés del/a receptor/a, recuperar comunicación de “tú a tú”, hacernos creíbles, salir de la disociación de nuestras vidas (vida militante vs vida cotidiana/privada), transmitir que nos gusta y enriquece lo que hacemos (tras años de “ruedas de prensa con cara de mala ostia”), hablar poco y decir mucho, ...


Veracidad, búsqueda de la razón

-Se expresó la preocupación sobre la construcción de medias verdades cuando dejamos de expresar la parte de discurso que no nos interesa. Ante ello, la necesidad de integrar y aúnar temas e intereses amplios. Esto llevó a la cuestión de que “jerarquizar temas por su importancia secundariza. ¿Cómo podemos no secundarizar sin caer en la dispersión?”

-Se valoró que “acaba mandando quien más fuerza de expresión tiene”, poniendo de relieve el aspecto de “poder” de la comunicación. Se recordó que “mayoricracia” no es “democracia”.

-Tener en cuenta que “las razones” no son “la razón”.


Libertad de expresión, comunicación e izquierda


-Se reflexionó sobre la disidencia dentro de la disidencia, es decir, de las limitaciones de la libertad de expresión de quienes disienten dentro de la izquierda/movimientos sociales…

-Sobre la cuestión de “la calle”, que cada vez deja menos espacios para la expresión social/política se dijo que “hemos perdido la calle por no estar en la calle”.

-Sobre pérdidas y expresión, también se dijo que nos hemos dejado arrebatar el lenguaje.

-Sobre la izquierda, de forma general, se dijo que sí resulta mojigata y encerrada en la corrección política, incapaz de definir de qué queremos hablar. Nos falta ambición y apuesta. En este sentido tiene especial importancia de contar con medios propios. En este punto alguien dijo que tampoco queremos “ganar en su terreno”. Alguien añadió que durante años hemos ido detrás (sin llegar) de lo que no debíamos (salir en los medios, tener imagen,…). Sí que se valoró positivamente el papel de la radio (eguzki Irratia) en Iruña.


Elaboración de pensamiento crítico


-Se dijo que “sin reflexión no hay libertad de expresión”. También se valoró la importancia de los pequeños espacios de reflexión, ahora que la estética ha invadido la política (siglas, identidades…). -El reino de la opinión, en el que todo se reduce a un juego de posiciones fijas, es lo contrario al debate. Ante ello, se reclamó el derecho a callarnos (no somos todólogxs), para que se oiga más nuestra voz en temas centrales en los que no debemos guardar silencio.

-Se dijo también que a la hora de escuchar, lejos del uso del sentido crítico, en muchas ocasiones se tienen en cuenta otras cuestiones relativas a construcciones sociales como puede ser el academicismo, el nivel profesional, etc

Libertad de expresión y formas de expresarnos (Sept 2017)



Este texto servirá para una reflexión conjunta y posterior debate, el 28 de septiembre, a las 19:30 h, en Triki Traku (C/ Río Arga 36-38, Rotxapea-Iruña). Te esperamos, eskerrik asko!!

Introducción

Vivimos una realidad marcada por la fragmentación social, la precariedad de los itinerarios vitales, la compartimentación de las luchas y la centralidad de la comunicación. Los viejos sujetos (como la clase obrera, en su día) y las viejas verdades (ahora despreciadas como ideologías) ya no tienen lugar. En este contexto, existe un pseudorreconocimiento formal de la libertad de expresión, aunque totalmente mediatizado por relaciones de poder y por la dominación social y/o económica (capitalismo, patriarcado…).


En los últimos años, este reconocimiento formal de la libertad de expresión se ha ido poniendo en cuestión progresivamente. Son de sobra conocidos los ejemplos de persecución explícita por este motivo. Partiendo de esta realidad, conscientes del debate existente en la sociedad y de su complejidad, trataremos de abordar la libertad de expresión en nuestra sociedad en un sentido amplio, más allá de lo antirrepresivo. Hace falta que ampliemos el marco y que busquemos también la autocrítica. Por ello proponemos los siguientes puntos, en los que el análisis y la propuesta de soluciones van de la mano.

1. Cómo expresar lo esencial, en un mundo complejo, sin simplificar o banalizar.

Estamos en un mundo complejo, que no podemos abordar con un pensamiento simple. Sin embargo, esto nos lleva a complejizar nuestro mensaje, un mensaje que se vuelve múltiple, y parcial, y disperso. Esa multiplicidad de causas se plasma en multitud de propuestas e iniciativas. Todas ellas ciertas y difíciles de jerarquizar sin que parezca que alguna queda secundarizada. En este reino de la opinión, cada uno tiene sus verdades, siempre múltiples. La multiplicidad y la dispersión dificultan la llegada de nuestros mensajes y la parcialidad los enturbia todavía más. Cuando lo que decimos es solo una parte (la que creemos que nos conviene), la verdad se convierte en verdad a medias, por aquello que calla. Este es el caos en el que nuestro mensaje está condenado a ser uno más, indistinguible e incapaz de prevalecer.

Para salir de esta parcialidad es necesario reencontrar lo “sencillo”, que no es lo “simple”. Hay que enunciar y hacer valer la capacidad crítica de ciertos pensamientos “sencillos” que pueden arraigar en cualquier persona, independientemente de aquellas circunstancias vitales que nos alejen de una comprensión íntima de los mecanismos que rigen la sociedad actual.

2. Los nuevos medios. Nuestros medios.

Respecto a los medios de expresión, resulta evidente su acelerada evolución y tecnologización. Los nuevos medios relativizan la utilidad de los antiguos, a veces hasta la obsolescencia. Cada uno de los nuevos medios está más tecnologizado lo que le confiere más componente de capital. La posibilidad de hablar con todo el mundo equivale a no hablar con nadie y/o hablar con la parte más externa o más banal de cada quien. Empeñamos demasiados esfuerzos en competir en el terreno de los medios (“nuestro” periódico, revista, radio, televisión…), un terreno muy hostil. Aunque necesitemos algún medio emisor, nuestros esfuerzos y competición hay que plantearlos en el terreno del contenido de nuestros mensajes y las formas de presentarlos.
3. Cómo romper la disyuntiva libertad/seguridad.En la relación evidente del dueto libertad/seguridad, colectivamente nos hemos dejado inducir para aceptar una merma en nuestras libertades a cambio de una supuesta mayor seguridad. No obstante, frecuentemente tratamos con un excesivo desprecio el término “seguridad”, discurso que puede satisfacernos, pero nos aleja de la mayoría. Nos hallamos ante otra cesión de términos al capitalismo, que ha desfigurado la idea de seguridad, basándola en lo militar-policial y no en la búsqueda de escenarios de justicia social, educación, cultura… Todo ser humano busca seguridad, lo cual no tiene nada que ver con el control social sino con el afianzamiento de unas condiciones materiales de vida. Se trata de la consigna de “Pan, trabajo (digno), techo e igualdad”, a la que habría que añadir acceso a la educación, a la sanidad, a un ocio enriquecedor, etc. Esta seguridad posibilita un crecimiento personal y colectivo y no supone una restricción de nuestras libertades, sino al contrario.

4. ¿Vive la “izquierda” presa de la corrección política? ¿Es mojigata?

Dentro de lo que llamamos “izquierda” existen numerosos clichés que configuran una corrección política u otro pensamiento único, cuyo cuestionamiento choca con una hostilidad ambiental. De esta forma, en ocasiones, negamos de facto la libertad de pensamiento y de expresión, creando una dinámica similar a la que criticamos del poder. Además, partimos de la convicción apriorística de ser adalides de los valores (moral, solidaridad, ética…), una posesión que al ser dada por hecho no invita a buscarla y ganársela en cada tema y situación. Así, nuestra capacidad de escandalizarnos ante ciertas expresiones más o menos provocativas, va aumentando, lo que podría significar cierto enmohecimiento y conservadurismo dentro de la izquierda. Sin embargo, de nada servirá garantizar la libertad de expresión sin ser capaces de generar pensamiento libre, libre de la colonización del capitalismo y de los clichés y la corrección del ser de izquierdas. Por ello, debemos favorecer y consolidar espacios y dinámicas generadoras de pensamiento crítico que nos permitan superar las censuras y prejuicios que anidan en nuestras cabezas.



5. ¿Cuándo perdimos la calle? ¿Cómo recuperarla?

El espacio público tiende a ser cada vez más aséptico, política y socialmente (lo cual tiene un sentido político muy claro a favor de lo establecido). Cada vez queda menos espacio para la libre expresión de ideas. La calle no es un espacio amigo en el que nuestras expresiones políticas sean bien acogidas, ya no. Tal vez, esta situación la hemos provocado con determinadas formas de actuación y sólo podemos superarla con esa recuperación de frescura, la cual se definiría en dos vertientes. La primera, mayor aceptación a la expresión de diferentes ideas sin sentirnos vulnerables por ello. La otra, buscar fórmulas por las que se entienda, acepte e incluso se valore nuestra presencia en la calle.

Algo de esto supuso el 15M que llevó a compartir espacio a gentes de movimientos sociales con gentes menos politizadas, a la vez que resultaba ser un movimiento que experimentó y trató de buscar vías de expresión alternativas al ruido, a la imposición… El llamado “aplauso silencioso”, más allá de la opinión que nos merezca a cada cual, fue sin duda, una búsqueda.

Así, recuperar frescura y recuperar el espacio público significan recuperar un discurso reconocible, no excesivamente secundarizado ni despegado del sentido común (sin dejar caer a éste en sus elementos acomodaticios y retardatarios). Esto es fundamental para no quedar fuera de tiempo y lugar, tanto por los temas abordados como por la forma en que lo hacemos.

6. La vorágine nos relega a los márgenes. ¿Es el silencio una opción?
Nos atrapa la vorágine de información, opinión y propaganda, formamos parte de ella, en competencia. El poder genera una dinámica que nos interpela todo el tiempo, en la que nos invita a participar, buscando que no callemos ante el acontecer acelerado. El espacio de lo opinable queda claramente marcado: somos libres de expresar lo que no tiene ningún interés que expresemos. Es una incitación a ser nosotras mismas, a construir nuestro estilo personal (aunque nos vendan productos producidos en serie para ello), pretenden que desarrollemos nuestra propia marca, que seamos un sujeto corporativo individual entre millones que compita en un amplio abanico de inocuas ofertas que consumir. Mientras nos encierra en esa marca, tanto individual como colectivamente, entramos en lo previsible. Este contexto hace que cualquier mensaje que lancemos sea uno más, al mismo nivel que cualquier otra tontería u opinión personal. Nos sitúa, por tanto, en una marginalidad en la que no tenemos ningún atisbo de capacidad.

En este escenario, debemos defender un espacio para el silencio, el reposo y la reflexión, logrando que nuestro silencio esté hecho de presencia y que se sume y se deje oír. Solo desde ahí podemos salir de la vorágine. No tenemos la obligación de tener que manifestarnos ante toda interpelación del poder. En la inmensa mayoría de los casos, nuestra posición no va a ser necesaria y en el caso en que creamos que podemos aportar, hacerlo con toda la intensidad y en todas las formas que tengamos a nuestro alcance. Nuestras posibilidades no están en la cantidad de mensajes que seamos capaces de emitir sino en los contenidos y en la capacidad de llegada.

7. Cómo recuperar la credibilidad: (I) contenidos y coherencia

Tenemos que hablar desde lo cercano, desde lo que las personas concretas viven, no desde lo que los medios cuentan. Adquirir veracidad, acercarnos a la verdad y la razón, que no sean las nuestras sino las que pueden hacerse comunes; que no se dirigen a nuestros entornos y son dichas para reafirmarnos, sino que buscan la cercanía con quien es diferente. Desde lo cercano y concreto hemos de transcender a lo general, que es el capitalismo como sistema injusto y desigual. Sin embargo, de nada sirve justificarnos considerándonos anticapitalistas, ya que el capitalismo se compone de competitividad, de desarrollismo, de despilfarro y de individualismo, elementos de los que participamos. Nuestra razón no es una razón para desarmar y vencer, sino que desde el reconocimiento de nuestras sinrazones ha de convertirse en invitación.

Hay que restañar la ruptura de la cadena entre conocimiento (o información) con convicción (o criterios) y con comportamiento (o actuación): Anteriormente la realidad era lo que veíamos y vivíamos, hoy es lo que los medios nos cuentan, la información es absolutamente banal, la convicción se reduce a mera opinión, y más que movernos a reaccionar nos vacunan para no hacerlo. Para revertir esta dinámica, de lo primero que debemos tomar conciencia es de que la presencia es más convincente que la verborrea. Por ello, el mensaje de fondo tiene que estar presente y explicitarse en la lucha concreta (sindical, en la de los desahucios, en la de género…), unificándolas a todas. De poco vale el estar contra (algo o alguien) si ese estar en contra no nos saca de nuestra participación en eso.

8. Cómo recuperar la credibilidad: (II) Criterios de comunicación.

Es necesario manejar algunos criterios a la hora de expresarnos:

-Nunca denigraremos ni difamaremos. Se pueden y quizás se deban hacer acusaciones, pero siempre tienen que ser claras y concretas, dejando claro quién las hace y permitiendo que quede lugar para la defensa.

-Somos personas que nos dirigimos a personas, no siglas o bloques sociales que pugnan entre sí. Trabajamos por contenidos, sin entrar en guerras partidistas. Una parte de nuestra tarea es no agrandar esa fragmentación social producida por el juego político. -Nunca damos lecciones, lo que decimos nos lo decimos en primera persona y por extensión, a los y las demás. Somos conscientes de que la mayor participación de otros agentes en la perversidad mundial no nos exime de la nuestra.

-Debemos creernos la libertad de expresión y no enarbolarla sólo cuando nos reprimen. Esto supone asumir riesgos, otorgar permisibilidad a la expresión de ideas que nos nos gustan. Debemos interiorizar que la defensa de la libertad de expresión no es aceptación ni siquiera asociación con el contenido expresado, tiene que ser independiente de la opinión vertida, alejada de gustos o simpatías. Mantengamos la aspiración de convencer frente a la de vencer.


ANEXO para el Debate:

A- Necesidad de medidas reguladoras: Ante la disyuntiva “regulación de la libertad de expresión”, puede existir cierto debate. Por una parte, nuestra forma de entender un mundo más libre y más justo nos lleva a rechazar cualquier tipo de regulación externa. No nos referimos a una regulación auto-aplicada que responde exclusivamente a una educación mínima por la cual, en virtud de no ofender o dañar, limitamos la propia libre expresión.

Pero por otra parte, una libertad expansiva, sin límite fue el campo más propicio para hacer evidente la necesidad de regulación. La libertad de expresión como todo derecho, es limitada, en la medida en que choca con otros derechos o con derechos de otras personas, lo que hace necesaria cierta regulación, interna y externa que tenderá siempre a convertirse en poder separado y autónomo. Poder separado y libertad son términos antitéticos que siempre se mantienen en pugna. En todo caso, esta regulación no tendría nada que ver con la legitimidad que trata de otorgarse el poder para aplicar limitaciones para defendernos de la radicalidad, la obscenidad, etc.

Defender la libertad de expresión pasa por dignificar lo expresado, impidiendo su caída en lo banal y estúpido. La pregunta de Lenin, ¿libertad para qué?, no es estúpida, aunque no podamos aplicárnosla más que a nosotros y nosotras mismas. Un tema mal planteado no puede alcanzar una respuesta acertada. El que se me permita cagarme en el rey (o en Alá o en la CNT) es tan regresivo como el que se me prohíba. Cuando el debate se sitúa en ese terreno no tiene solución. Si nos hemos dejado llevar hasta ahí, cualquier cosa que pase será para mal. 



B. Sobre el principio de autoridad: Nos podemos mover entre concepciones distintas de autoridad. La más negativa es la que otorga a cierta figura la capacidad de emitir juicios que automática y acríticamente se asuman por el resto. Evidentemente, esto choca con la más elemental defensa del pensamiento crítico.

Pero existe otra concepción del principio de autoridad. Hablamos de una autoridad no autoadjudicada, que el resto otorga libremente a determinada figura por reconocer su experiencia o su capacidad. No es razonable dar el mismo peso a cualquier opinión. Tampoco que el hecho de que se reconozca la autoridad de alguien en algo le asigne ciertas prebendas o la extensión de su autoridad a otras esferas de forma injustificada.

“La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sí solo.”

George Orwell, 1984.

151 Malatextos




Han pasado ya más de ocho años desde aquellos primeros textos y toca hacer una reflexión sobre nosotras mismas. No pasaremos el examen con buena nota, eso seguro.


Nacimos en un momento de cierta ebullición social, ante una “crisis” que no lo era pero que estaba golpeando a las capas más empobrecidas de nuestra sociedad y que amenazaba seriamente con alcanzarnos a todas. La brecha social crecía imparable. La contestación social también. Asistíamos a un momento de cierta expansión y apostamos por empujar, por aprovechar aquellas grietas que se abrían en una realidad capitalista sólida, tratando de denunciar incontables situaciones de injusticia y de proponer alternativas a través de nuestros textos.


Así, hemos escrito contra el modelo desarrollista apostando claramente por el decrecimiento, la disminución de los niveles de consumo, el reparto del trabajo,… Hemos hecho reflexiones sobre el modelo de ciudad, el modelo sindical, la política internacional, el patriarcado, la violencia, la solidaridad… Utilizando la actualidad, esa que nos marca el tema sobre el que hay que hablar cada día, hemos tratado de hacer llegar otra visión de la realidad, otras soluciones distintas, más ligadas a la libertad y equidad de las personas que a la lógica capitalista imperante.


Podríamos sacar éste o aquel malatexto concreto, discutir si de entre todos los escritos, malos casi todos, hay uno especialmente peor… No es esta, desde luego, la finalidad de nuestra reflexión. Este es un escrito de fin de ciclo y no precisamente por falta de asuntos sobre los que escribir o por rendición del enemigo. Lo es porque la temperatura social ha descendido, porque las grietas se han ido tapando y porque no hemos servido para el propósito transformador por el cual tuvimos la necesidad de juntarnos y divulgar una manera particular de ver la vida.


En aquel momento parecía incluso tener remedio. 8 años y 151 textos después la situación social es más dura cada día y mucho más complicada de revertir. Por ello, son tiempos para el análisis y la creación de nuevas formas de actuación, tiempos de repliegue “intelectual”. Toca reinventarse, buscar formas adecuadas y eficaces de aportar a la reflexión y al pensamiento crítico. Este proceso de ruptura está totalmente abierto, incluso hemos visto adecuado reunir todos nuestros textos en un cuadernillo para volver a pensar en estos años, en todo lo que ha pasado y en cómo lo hemos vivido para afrontar este nuevo presente y futuro. Esa será nuestra labor a partir de ahora aunque seguiremos escribiendo cuando nos de la gana o lo necesitemos. No es ninguna amenaza.



Colectivo Malatextos, 30 de enero de 2017

Reflexión en voz alta


Se me cortó el café con leche que acompañaba la reposada lectura de un diario que encontré en la barra de un bar. En la sección de opinión, una carta al director en la que se relata un desagradable pasaje de un padre con su hijo. Hasta ahí, nada que no pudiera entender. Lo que se me indigestó fue la frase, “No, no soy un refugiado sirio”, con la que se quería dar a entender que el incidente padecido fue muy desagradable e injusto.

En primer lugar, me pareció una frivolidad comparar una mala experiencia como la relatada con la indescriptible situación de miles de personas a quienes no les asisten los derechos más fundamentales y que, precisamente en estas fechas, afrontan un temporal de frío y nieve que ya se está cobrando vidas, según denuncia ACNUR.

Pero además, me pareció leer entre líneas que hay situaciones de dificultad que podemos aceptar para otras personas pero que no son de recibo para “un contribuyente al que le liman religiosamente sus impuestos”, tal y como sigue diciendo la carta.

La normalidad con la que asumimos el sufrimiento de otras personas choca con nuestro estatus de ciudadanía occidental, aunque sepamos que la misma se cimienta en una situación de privilegio que no podría sostenerse sin el enorme desequilibrio mundial que condena a la miseria a la mayor parte de la humanidad.

Es lamentable nuestra falta de compromiso, hablo en primera persona, aquiescencia muy confortable para nuestros gobiernos europeos que no hacen lo que debieran ni en el origen ni en las consecuencias de conflictos como el de Siria. Por ello, es de agradecer a quienes sí se implican, (ejemplos tenemos cernanos y recientes), su pelea por impulsar ciudades de acogida y actitudes personales consecuentes.

Por favor, me disculpe el indignado escritor que con sus letras compuso el caleidoscópico espejo en el que me pude reflejar y me ha llevado a escribir esto, no como una réplica a su carta sino como reflexión en voz alta.

Salud, suerte y acierto para todos y todas.
 
Colectivo Malatextos 26 de enero de 2017

Telediario. El tiempo




Pamplona, 17 de enero, 7´45 horas, el termómetro marca menos dos grados. Nos lo venían anunciando durante bastantes días todos los partes meteorológicos de todos los telediarios de todas las cadenas: se acerca una ola de frío. Tratan de transmitirnos una sensación de que todo está, lo tienen, bajo control. La competencia entre las cadenas hace que ninguna pueda quedarse atrás: si una anuncia frío, la otra, mucho frío; si la una dice que es una ola de frío polar, la otra añade que se trata de una ola de frío polar, siberiana, la muy ladina. Luego nos abrumarán con su competición de imágenes de nevadas, carámbanos y paisanos y paisanas haciendo declaraciones al respecto.
Si una televisión empieza, la otra le hace la ola y a ella se suman todos los medios de comunicación, reducidos a meros replicantes. No parece que dos grados bajo cero en un amanecer de enero en Pamplona sea un frío desmesurado para convertirse en noticia de apertura de informativos, pero…
Pero es que no es solo el frío, nos dicen, está además la sensación de frío, a dos grados bajo cero le corresponde una sensación de ocho o diez, y a menos diez grados la sensación de menos veinte o treinta, y eso es ya otra cosa. La sensación de frió que parecería una cosa subjetiva se convierte en objetiva y medible, haciéndonos a todas un poco más frioleras, pero extendiendo su capacidad de predicción y control, del frío a las sensaciones.
Falla el control de fronteras, que tan bien hemos desarrollado para frenar las olas de emigrantes o para incitar las de turistas. Ante la ola de frío las fronteras, hasta las impermeabilizadas, parecen inoperantes, por más que la ola sea polar y siberiana, o sea, extranjera. Habrá que preparar una sección de los cuerpos de seguridad especializada en olas de frío.
Nos venden el control, unos determinados controles, como sinónimo de seguridad. El que todo esté controlado nos relaja, aunque de paso nos vuelva más frioleros, más adictos y vulnerables ante lo que nos venden como noticia, y un poco más estúpidos, hasta el punto de que pueden vendernos como noticia de primera plana algo tan poco noticioso como el que en invierno haga frío. ¡Qué no pasará con otras noticias de un poco más enjundia!




Colectivo Malatextos, 18 de enero de 2017