ONGI ETORRI

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Una golondrina no hace el verano



"Una golondrina no hace el verano". Esta era la demoledora sentencia de una mujer empobrecida hasta el límite cuando se refería a Tsipras, la cara de esa nueva forma de hacer política que trata de evitar una ruptura radical con la Europa del Capital porque eso al parecer es malísimo para todos, la Banca y la todopoderosa Alemania incluidas. No creo yo que esa mujer notase mucho una ruptura definitiva con un sistema económico que le impide despertarse y simplemente encarar el día con una media sonrisa. En la cara de esa mujer griega, aparecía el escepticismo de quien se siente abandonada a su suerte pero a quien se le sigue pidiendo confianza en un sistema que atenta directamente contra su dignidad. Porque aunque pongamos los paños calientes que queramos, no es digno carecer de los medios necesarios para la subsistencia mientras se espera a que se alcance no se sabe muy bien que pacto, con unas élites financieras, para que pasado no se sabe muy bien cuanto tiempo todo se vaya arreglando. ¡Y el utópico soy yo! Eso sí, todo ello en una perspectiva temporal de unos cuantos años más: ¿diez, veinte?. Plazos, acuerdos y deudas que ante la cara de esa mujer, y ante otros cientos de miles de caras como la de ella, no parecen ser más que una broma tremendamente obscena.
No tengo la menor duda de que es absolutamente necesario tirar del poder a unos partidos que han posibilitado el enriquecimiento criminal de una elites insaciables y que, a cambio de legislaciones favorables, reciben el pago en especie correspondiente, ya sea en forma de privilegios ya sea en forma de puestos en grandes compañías y multinacionales. Vidas resueltas. De ahí a no presentar una ruptura radical con ésta Europa que excluye a millones de personas, precariza a otras tantas y trata de hacer como que hace para que todo permanezca esencialmente igual, resulta inentendible.
"Es que si la economía se colapsa...", "es que si la gente no tiene dinero no puede consumir..." "Es que tomando las instituciones..." Es que, en realidad, es justamente esa forma de pensar la que pone en el centro de todo al dinero desplazando a las personas a un segundo plano. Es que es justamente esa forma de pensar y de hacer, la que ha posibilitado que lleguemos a la situación en la que nos encontramos. Es que la toma de las instituciones por nuevas formas de hacer política es mentira que nos otorgue el poder. A lo sumo puede suavizar las consecuencias que sufren muchas personas, que no es poca cosa y se debe reconocer, pero no nos zafa de seguir sometidos y sometiendo a otros, siempre en pos del beneficio y la competitividad.
Yo no quiero poder consumir, ni crecer, ni competir -¿a costa de quién y de qué? Eso es importante que nos lo cuenten-. Me gustaría simplemente vivir con dignidad y que otros, hagan lo mismo de la forma que decidan. No quiero avanzar dejando cadáveres por el camino porque ésto, el modelo económico actual, son habas contadas: si alguien tiene mucho, a muchos les toca ser unos miserables. Es cosa de todos erradicar el beneficio y la competitividad del discurso y de la acción política porque de otro modo, podremos ver de vez en cuando alguna golondrina de esas que no hacen el verano pero nunca dejaremos de ver mucho buitre sobrevolando y devorando cadáveres.


24 de febrero de 2015

Pactos de estado



Cada vez que los líderes de los partidos que hasta el momento se han ido alternando en el poder actúan con responsabilidad y altura de miras, podemos echarnos a temblar. Los llamados pactos de estado a cuya firma pretenden atribuir profundas razones que van más allá de lo que personas limitadas como nosotras podríamos llegar a entender, únicamente contribuyen a consolidar los rasgos de régimen del actual estado de las cosas, acentuando los aspectos menos democráticos del mismo aludiendo a alguna necesidad imperiosa: la estabilidad social, la sostenibilidad de la economía, la seguridad,... algo que no han podido garantizar, al contrario, que han perjudicado, con sus políticas de belicismo internacional, de xenofobia, de debacle medioambiental, de corrupción, de especulación, etc, llevándonos a un escenario de crisis multifactorial y de guerra permanente.

La pasada legislatura, con el PSOE en el Gobierno, obra y (maldita la) gracia de un bipartidismo todavía pujante en aquél momento, se llevó a cabo una reforma de la constitución que priorizaba el pago de la deuda y el control del déficit público por encima de otros aspectos “menores”, como los derechos sociales más básicos o los servicios públicos. De aquella reforma pudimos aprender dos cosas, la primera, que la llamada carta magna no es intocable, por lo menos cuando les conviene a estos partidos. La segunda, que los mercados y la Troika protagonizan un proceso constituyente que a la ciudadanía se le niega.

En la actualidad, con el PP al mando de la nave, el pacto entre los grandes partidos (ya no tan grandes) se hace al calor de unos recientes atentados, algo que consta en los primeros capítulos del manual del populismo, ese que dicen repudiar. Gracias a un PSOE que ha pasado de promover la alianza de las civilizaciones a ser cómplice de la “mano dura”, de golpe y porrazo cual Ley Mordaza o TTIP (tratado que se negocia con ocultismo entre EEUU-UE y que dilapida nuestros derechos sociales y laborales), la cadena perpetua se utilizará para castigar a los malos-malísimos. Bueno, a determinados malos-malísimos porque justo en estas fechas el Juez Velasco de la audiencia nacional, órgano muy pero que muy independiente del poder político, ha archivado la petición de detención, por parte de Argentina, de Martín Villa y otros colaboradores del franquismo por supuestos crímenes en ese período. Alguien debería explicarnos todo esto...

Como anécdota foral, la de UPN, que no elude su responsabilidad de estado y siempre se apunta a estas citas, haciendo de partido-florero. Algo va sacando, por supuesto y en esta ocasión ha podido colar un gol, que personas condenadas por terrorismo no puedan ser docentes, aun habiendo cumplido toda su pena. Desde luego, el empeño político de aumentar discrecionalmente los castigos que desde la justicia, bien o mal, se imponen, habla de auténtica injerencia.

Dada la tendencia de criminalización que padecemos, el día que cualquiera pueda ser terrorista, las cárceles se llenarán de gente, las calles y los centros de trabajo, de precariedad y los claustros escolares, de corruptos en programas de reinserción, dando clases a la chavalería sobre cómo funciona el asunto.

Colectivo Malatextos, 6 de febrero de 2015.