Cada vez
que los líderes de los partidos que hasta el momento se han ido
alternando en el poder actúan con responsabilidad y altura de miras,
podemos echarnos a temblar. Los llamados pactos de estado a cuya
firma pretenden atribuir profundas razones que van más allá de lo
que personas limitadas como nosotras podríamos llegar a entender,
únicamente contribuyen a consolidar los rasgos de régimen del
actual estado de las cosas, acentuando los aspectos menos
democráticos del mismo aludiendo a alguna necesidad imperiosa: la
estabilidad social, la sostenibilidad de la economía, la
seguridad,... algo que no han podido garantizar, al contrario, que
han perjudicado, con sus políticas de belicismo internacional, de
xenofobia, de debacle medioambiental, de corrupción, de
especulación, etc, llevándonos a un escenario de crisis
multifactorial y de guerra permanente.
La pasada
legislatura, con el PSOE en el Gobierno, obra y (maldita la) gracia
de un bipartidismo todavía pujante en aquél momento, se llevó a
cabo una reforma de la constitución que priorizaba el pago de la
deuda y el control del déficit público por encima de otros aspectos
“menores”, como los derechos sociales más básicos o los
servicios públicos. De aquella reforma pudimos aprender dos cosas,
la primera, que la llamada carta magna no es intocable, por lo menos
cuando les conviene a estos partidos. La segunda, que los mercados y
la Troika protagonizan un proceso constituyente que a la ciudadanía
se le niega.
En la
actualidad, con el PP al mando de la nave, el pacto entre los grandes
partidos (ya no tan grandes) se hace al calor de unos recientes
atentados, algo que consta en los primeros capítulos del manual del
populismo, ese que dicen repudiar. Gracias a un PSOE que ha pasado de
promover la alianza de las civilizaciones a ser cómplice de la “mano
dura”, de golpe y porrazo cual Ley Mordaza o TTIP (tratado que se
negocia con ocultismo entre EEUU-UE y que dilapida nuestros derechos
sociales y laborales), la cadena perpetua se utilizará para castigar
a los malos-malísimos. Bueno, a determinados malos-malísimos porque
justo en estas fechas el Juez Velasco de la audiencia nacional,
órgano muy pero que muy independiente del poder político, ha
archivado la petición de detención, por parte de Argentina, de
Martín Villa y otros colaboradores del franquismo por supuestos
crímenes en ese período. Alguien debería explicarnos todo esto...
Como
anécdota foral, la de UPN, que no elude su responsabilidad de estado
y siempre se apunta a estas citas, haciendo de partido-florero. Algo
va sacando, por supuesto y en esta ocasión ha podido colar un gol,
que personas condenadas por terrorismo no puedan ser docentes, aun
habiendo cumplido toda su pena. Desde luego, el empeño político de
aumentar discrecionalmente los castigos que desde la justicia, bien o
mal, se imponen, habla de auténtica injerencia.
Dada la
tendencia de criminalización que padecemos, el día que cualquiera
pueda ser terrorista, las cárceles se llenarán de gente, las calles
y los centros de trabajo, de precariedad y los claustros escolares,
de corruptos en programas de reinserción, dando clases a la
chavalería sobre cómo funciona el asunto.
Colectivo Malatextos, 6 de febrero de 2015.
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