Altercados nocturnos entre
la guardia urbana y jóvenes en Barcelona durante una fiesta en una casa
ocupada. Desde arriba la gente arroja macetas a la policía, impactando
una de ellas en la cabeza de un agente con
resultado de tetraplejia. Abajo, tres jóvenes de aspecto “okupa” y
acento “sudaca” son arrestados y trasladados a comisaría. Allí reciben
ostias como panes, les imputan de homicidio, les acusan de lanzarle a un
compañero una piedra con una trayectoria que
desafía a la ciencia, un recorrido imposible de elevarse hasta el cielo
y descender en vertical hasta impactar sobre el cráneo del agente, una
piedra con huella de maceta.
De comisaría los trasladan
al hospital. Allí, en la sala de espera se encontraba Patricia, que
aguardaba por un golpe sufrido al caer de paseo con su bici. Patricia
llama la atención de uno de los agentes, el más
sagaz de ellos, pues por sus pintas de “bollera gótica” deduce algún
tipo de asociación ilícita con los de aspecto de “okupa apaleado” y
acento “sudaca” que custodiaban. El agente sagaz le pide entonces a
Patricia el móvil y lee su historial de mensajes, hallando
con toda su astucia de ser viril el SMS que la delata: «kdamos xta
noche para batear?» «Queda detenida». «No lo entiendo, pero… ¿de qué se
me acusa?» «De homicidio, el móvil requisado».
Esa noche Patricia no pudo
quedar para echarse unos potes con la cuadrilla en “La Bata”, a batear
como solían decir. “La bollera” cumplió su condena en la cárcel como
“los tres sudacas”, penas de entre tres y cinco
años. Tiempo después, encontrándose de tercer grado, “la gótica” se
arrojó por la ventana para estrellarse contra el suelo como una maceta
que intenta acertar contra el sistema, pues nunca pudo superar tal
estigma, tal injusticia, así cerraba el último SMS
de su historial.
De no ser gracias a estos
cuatro “antisistema”, el Ayuntamiento de Barcelona hubiera tenido que
responder como responsable civil del macetazo, pues el edificio ocupado
era de su propiedad. Hoy se sabe de un testigo
a quien la persona que arrojó la maceta se lo confesó, revelación que
guardó en secreto hasta que supo del suicidio de Patricia. Por historias
cruzadas hoy sabemos también, que dos de los guardias urbanos que
falsearon aquel amargo atestado eran habituales
del montaje policial y la caza del migrante, unos
drugos de película como quedó demostrado.
«Los penúltimos serán los
segundos», citaba una parábola cristiana en alusión a la justicia:
alcaldes, concejales, médicos, forenses, periodistas, juezas, fiscales,
todas, sabían que la historia oficial no tenía
ni un pase, pero todos fueron cómplices y cumplieron con lo suyo cada
una en cada puesto de la cadena de montaje. Así es el sistema, el
funcionamiento de la cadena no se cuestiona, aunque no nos guste, para
qué arriesgarnos por un mundo más justo si para ello
hay que poner en juego nuestra posición actual que nos consuela por
todo lo que hay que tragar para llegar a ella, por muy modesta que sea.
Un abrazo imperecedero estés donde estés, Patricia, poeta.
Colectivo Malatextos, 29 de enero de 2015.
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