Va a
ser difícil que dentro de treinta o cuarenta años nadie pueda llevar a
cabo una revisión histórica del momento actual en clave
sentimentaloide, al estilo de la célebre serie, por mucho que se
maquille, malinterprete y falsee la realidad como se hace
en el culebrón de los Alcántara. Difícil será recordar con añoranza
estos años de continua derrota, de retrocesos sociales y de incremento
de la desigualdad. ¿Cómo hacer épica de la podredumbre que nos va
invadiendo? Una denegación de Renta Básica, una retirada de la atención
sanitaria o un aumento en los ratios de educación resultan poco
cinematográficos, por lo menos, a nivel masivo.
El desplome de nuestros derechos es paralelo al de las bolsas, por lo que nos quieren hacer creer
que la mejor manera de proteger nuestras libertades es trabajar en pro
de los mercados. Estamos deseando, por ello, que las multinacionales
que desmigan y precarizan el empleo tengan beneficios escandalosos y se
consoliden en nuestros territorios para así mantener algunos puestos de
trabajo, para favorecer así, en alguna medida, niveles de consumo, que
nos puedan llevar de nuevo a la espiral consumo-deuda de la que nunca
quisimos salir. El más que improbable regreso a la senda del
crecimiento, esa obsesión con la que el capitalismo ha funcionado hasta
la actualidad, parece ser la meta de amplios sectores de la sociedad,
pero no nos depara más que aquello que nos metió en el lío.
Es momento, pues, de cambiar radicalmente el modelo. Parece que la Historia
se nos viene echando encima, que el momento actual es un punto
de inflexión o se convertirá en un callejón de difícil retorno, en todo
caso nada será igual: nos ocultan la enorme crisis energética que
tenemos a la vuelta de la esquina, más crucial que la financiera. Los
límites del planeta se están dejando ver a las crudas y la fórmula de
la guerra y el autoritarismo militarista ya se está ensayando y es
digna, además, de premios Nóbel de la Paz, tal como hemos podido
comprobar los últimos años.
Si el momento
es clave, más debiera ser nuestra respuesta. Empezar a caminar hacia
una sociedad más justa y más libre, así en abstracto, sin fórmulas
ideológicas mágicas, sólo se atisba posible a través de la oposición,
casi instintiva, a las políticas, sean estas regresivas o expansivas,
de un capitalismo desarrollista desbocado que ha esquivado toda
capacidad de frenado y de reacción frente a las alertas.
Nuestro rechazo al viejo modelo tiene que ser visceral y tenemos que hacer emerger otros principios rectores
que realmente puedan llevar a sociedades más equitativas y
democráticas. En un mundo en el que se evidencia la escasez y la
injusticia, debemos impulsar con total convencimiento el reparto, única
garantía de bienestar propio y ajeno. Lo otro, el desarrollismo y la
competitividad sólo significa la perversa conjunción de opulencia y
miseria exacerbadas, que no dejan espacio para la normalidad ni la
dignidad. Esa oposición a la competitividad no depende de si en un
momento dado nos beneficia o perjudica. La deslocalización, por
ejemplo, es una de las formas de ejercerse esa competividad, y no
podemos aplaudirla cuando nos beneficia (como en el caso actual de una
factoría de automoción de Valencia) y combatirla solo cuando nos
perjudica. Necesitamos otra orientación del sindicalismo y lo social,
en la que no primen los intereses particulares (por más que se
presenten como colectivos por afectar a un grupo determinado) sino que
se rija por criterios de justicia, equidad, universalidad, etc.
A la Huelga el 14N
debemos ir tratando de hacer visibles discursos de este tipo. Esta
convocatoria avanza hacia formas de respuesta social a nivel europeo
que hasta hace poco parecía imposibles, pero no bastará con ampliar la
extensión de nuestras convocatorias, es necesario igualmente ampliar su
horizonte hacia mayores cotas de equidad por la vía del reparto. Eso
sólo puede ocurrir si la acción empieza en cada cual, si apostamos por
tomar la iniciativa. Ese día a las 11h, en la Plaza del Vínculo,
diversas gentes trataremos de escenificar modestamente esta tendencia,
pásate. Sólo nuestra actitud determinará qué pasará. Que no nos cuenten
historias, hagamos historia.
Colectivo Malatextos. 10-11-12
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