En la mucho beata y poco beatnik ciudad de Pamplona, vieja Iruña de asadores y mantecas, un día casi apartado en mi memoria, mientras me afanaba por pegar sobre la pared un cartel de la campaña “No al TAV” o “Gibraltar Catalán”, no recuerdo muy bien su mensaje, un par de agentes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Consistorio que tejían la calle a la que el hecho daba nombre esquina con Merced, en mala ventura por no darles esquinazo, al espinazo ese par de agentes «toc-toc» que de extranjis jorobáronme la joroba, que del julepe bien se me cerró la válvula pilórica. El par de agentes, de trato afable ambos dos, es justo reconocerlo, no estaban por la labor de sancionarme conforme a lo que dicta una Ordenanza Municipal contra la pegada de carteles, pero un señor de arriba pero que muy ignominioso y elefantíaco los tenía coaccionados para actuar a la contra. Pues doscientos euros del ala, primo.
Tal Ordenanza fue concebida
por la forrada y aforada Yolanda I, esa señora tan campechana como el
rey, tan pizpireta como la Morgan, Ordenanza que según ella cocinaron
por cuestiones estéticas para el urbanismo del
nuevo milenio, condimentada bajo elevados fundamentos de teología y
geometría, pero de gran arbitrariedad en su cumplimiento. Si el cartel
es de contenido social se le multa al pringao. Si el cartel es de
contenido comercial se le aplaude al perillán. Se le
aplaude con las orejas. ¿No han oído acaso lo de la última feria del
Outlet en Refena? Cómo se han forrado los muy galopines. Sin
permiso alguno se han forrado paredes y farolas por doquier en esta
mucho beata y poco
beatnik ciudad y su comarca, con unos carteles repulsivos que parecían hechos con el
Paint, toda
una ofensa al buen gusto y la decencia, e indecencia que el patrullero
Mancuso tuviera la orden de hacer vista gorda ante una fechoría de tal
calibre… pero algo excepcional aconteció: ¡Les
multaron, primo!
La excepción con demora: así como lo cuento porque la sanción a estos malandrines del
Outlet les llegó bien
a posteriori, porque
in infraganti echáronle morro y con moros en la costa pusieron
carteles a tutiplén, hasta parecía que lo hacían con crueldad, como
bestias, con Mancuso de miranda, llegándoles la sanción por mor de la
presión ejercida por las asociaciones de comerciantes
de Iruñerria, que de morros andaban porque se les habían colado en su
inminente campaña estival de rebajas con un engañoso
Outlet. Así como lo cuento fue, porque en esta mucho beata y poco
beatnik
ciudad de Pamplona, de siempre, las autoridades hostigan al disidente,
también al indigente y protegen al mercader, al gran mercader de grandes
familias corporativas vs tenderos familiares
de barrio, por lo que dudo que tal precedente florezca con tanto
capullo, y así será en los próximos Sanfermines en los que, el
ignominioso y elefantíaco señor de arriba, dictará orden de perseguir,
cual
sketch de
Benny Hill, afronavarros y navarras del top manta que, para sobrevivir,
venden falsas marcas, batiendo plusmarcas delante de la pasma, cuando al
parecer en la feria de marras había pero que
mucha colonia Paco Rabal, gallumbos
Kevin Kline y relojes
Kaixo por lo que me cuentan, primo.
Mensaje para una botella: estos mercaderes lo prostituyen todo, un
Burdel King ya clavaron en el corazón de la mucho beata y poco
beatnik
ciudad de Pamplona, vieja Iruña que se ahoga como tantas en la economía
sumergida, la de las grandes corporaciones que el fisco evita hurgar a
toda costa… de paraíso fiscal.
Colectivo Malatextos 1-07-13
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