ONGI ETORRI

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Somos de izquierdas y eso basta












Existe una gran diferencia entre lo que decimos ser y lo que realmente somos, consecuencia evidente de no estar especialmente orgullosos de nuestra forma de ser. Creo. Esta diferencia resulta patente entre nuestro discurso contra del paro, contra la pobreza y la exclusión social, y nuestra acción diaria. Confiamos toda posible solución en una papeleta para éste o aquel partido, escurriendo cualquier atisbo de la responsabilidad propia, buscando al responsable de nuestra situación fuera de nosotros mismos.

Es tan grande la brecha entre lo dicho y lo hecho que convierte nuestro discurso en una mera soflama, posibilitando que en el trabajo, en nuestros hábitos de consumo, en nuestro ocio, etc. seamos absolutamente conservadores y mezquinos -ya sea metiendo horas, ya sea acudiendo a grandes superficies o centros comerciales, apuntalando la precariedad laboral, ya sea con las mil y una formas con las que participamos activamente del akelarre consumista actual- .

No estamos dispuestos a arriesgar la menor cuota de comodidad a pesar de que nos la vayan arrebatando poco a poco o a bocaos, según el momento o según el gobierno de turno. Eso da igual. Nos da igual.

Luego sacamos pecho de izquierdistas, etiqueta como cualquier otra vacía de todo contenido pero muy útil, sin embargo, para encasillarnos y autocomplacernos, para nada más. Cuando un miserable como Botín la palma -tanta PAH se lleve como descanso deja- hay que alegrarse. Eso es lo propio de gentes de la izquierda. ¿Por qué? ¡A mi que coño me importa que un abuelete multimillonario de setenta y nueve años la palme! ¿Terminamos con el paro?¿Acaso vamos a vivir mejor? ¿Va a mejorar la sanidad o la educación o la precariedad que nos asedia? Pues no y de hecho, ya tiene el recambio listo para funcionar. Nada cambia y en nada se mejora nuestra situación ni nuestra apatía social, por desgracia para nosotros.

El grueso de la población, nos pongamos la etiqueta que nos pongamos más o menos revolucionaria, seguimos esperando la llegada de un Mesías aunque sin olvidarnos de alardear de ateísmo, tan propio de la izquierda, o de lo que creemos y nos han trasmitido que es ser de izquierdas. Otra etiqueta vana. Otra más.

"Esperando, esperando se nos va pudriendo el rancho" y dejamos escapar no sólo el tiempo sino también las posibilidades de cambiar las cosas desde el ahora. Un tiempo y unas posibilidades que pasan de largo y que por pequeñas que sean deberíamos utilizar para arriesgar, para echar abajo o empujar un poquito, lo que podamos, un sistema, el capitalista, que nos obsequia la libertad de ponernos la etiqueta que queramos mientras remacha la injusticia, afianzándola, haciéndola cada vez más sólida e inamovible.

Sigamos esperando a ese Mesías salvador a la vez que hacemos todo lo posible para facilitar el trabajo al capital. Sigamos disfrutando del consumo, haciéndolo central en nuestras vidas, mientras fagocita las endebles conquistas obtenidas socialmente tras años de luchas y mientras nos revientan en los trabajos. Al final y quizás fruto de la espera veamos como todo se arregla. Es una posibilidad que preferimos creer, a la que nos aferramos egoístamente al grito de "sálvese quien pueda" porque nos hace la vida más cómoda... hasta que deje de serlo. En ese momento, ya no tendremos que incomodarnos nunca más porque ya no tendremos nada que hacer. Pero no dejemos nunca de repetirnos que somos de izquierdas y que con eso, al parecer, basta. Nos basta.

Colectivo Malatextos, 18 de septiembre de 2014.

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