ONGI ETORRI

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SÓLO UN ACCIDENTE

Accidente: casualidad, eventualidad; suceso eventual o acción de que involuntariamente resulta daño.
Si la casualidad es lo que se sale de las estadísticas, vivimos en una sociedad capaz de volverla a encerrar en ellas, en la previsión. Por cada millón de desplazamientos corresponde un número fijo de muertos sobre el que ir trabajando: en el tráfico vial ese número depende del estado de las carreteras y del del parque automovilístico, la regulación del tráfico, etc. La casualidad sólo influye, y también relativamente, en el reparto.
¿Pasa algo similar en los accidentes aéreos? Las de aviación están tan sometidas a la dinámica feroz de la competitividad como cualquier otra empresa. En función del beneficio se comen entre ellas, desapareciendo unas y apareciendo otras. Es un proceso en el que se consigue el incremento reiterado del beneficio a costa de externalizaciones y de la degradación reiterada de las condiciones de trabajo. ¿Se degrada, también en ese proceso, la seguridad de los vuelos? Previsiblemente. Más, cuando el mantenimiento de los aparatos se encarga a terceros, que, a su vez, pueden encargarla a unos segundos terceros.
Aunque se pretendiera, que no es seguro que se intente cuando el dinero está de por medio, en el mundo de la prisa y de la movilidad, el control no puede alcanzar lo que nuestra voracidad demanda. No hay tiempo que perder, aunque la prisa abra la puerta a la casualidad, aunque la haga previsible. El tiempo que era oro, hoy es dinero. Así, Barajas mal mezcladas como la de Madrid, incrementan las posibilidades de recibir la peor mano.
En vuelo charter o en patera, con adhesión fervorosa o violentamente empujados, esa vorágine a la que nos dirigen es a la que nos sumamos. Naturalmente no es lo mismo, es radicalmente distinto y aun lo opuesto, aunque a veces los resultados los equiparen.
También el tratamiento mediático es distinto: esos otros desparecen rápidamente de los medios sin que oigamos sus testimonios ni saber del dolor de sus entornos familiares. De los primeros nos dan información hasta la saciedad, apelando a los elementos más sensibles de forma que causen conmoción hasta en Pekín o en la Zarzuela. Conmoción falsa, que nada cuestiona. Falsa información por más que reiterativa, que nos oculta las causas, las responsabilidades y la necesidad de cambiar nuestros estilos de vida.

Colectivo Malatextos. 25 de agosto de 2008.

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