ONGI ETORRI

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El opio del pueblo

Pregunta: ¿Cuál es en principio la función de la Policía? Respuesta: Garantizar la seguridad ciudadana y perseguir la delincuencia. Entonces, ¿por qué en asuntos de proxenetismo, violencia de género o tráfico de drogas aparecen implicados muy a menudo, casi a diario, policías en las portadas de los medios? Es la profesión que mayor proporción de delincuencia parece acoger entre sus filas, si bien debiera ser el oficio que redujera ese porcentaje entre todos los gremios, incluidos callistas y podólogos.

Conocíamos hace poco la noticia de la misteriosa desaparición de 100 kilos de coca y caballo en las dependencias policiales de Sevilla. Cabe recordar que aquí, en una comisaría navarra, hace algún tiempo también se es-fumó un buen mogote de hachís. Con esta suplantación del mercado tiemblan los capos ibéricos de la droga y sólo les cabe explorar otras parcelas más triviales como el tráfico de minimotos o megáfonos sanfermineros.

Parece chufla, pero es serio. La delincuencia policial pasa a ser a gran escala. Sin embargo, la sensación general de tranquilidad y complacencia expresada en alabanzas de nuestra clase dirigente a las abnegadas fuerzas del orden, la confianza social en nuestros muchachos es total. Y da miedo. En la capital hispalense, el pasado 11 de julio fue hallado por apuñalamiento el cuerpo inerte de Rosa Pazos, socio-activista que protestaba a diario contra la mafia policial. Rosa, sevillana, ¿qué villano te caló con el jifero? No se trata de emitir juicios de valor, pero este asunto huele a chotuno. Nuestro modelo policial necesita un debate abierto y serio. Igual que las drogas.

La plutocracia, representada por banqueros y constructores que se benefician, sí, del blanqueo del narcotráfico, así como la clase política a la que subvencionan en su patética disputa por el voto, a ellos, les interesa que la droga sea ilegal, ya que su condición de artículo prohibido le transfiere una plusvalía harto cuantiosa para sus buchacas. Ellos, quienes se oponen a la legalización (nuestros medios de subordinación y control), son el opio del pueblo. Y el que se pica ajos come. Un chute o un tripi, lo que sea para engordar sus arcas.

Viva la libertad individual. Los zetaprogres hablan ahora de eutanasia. ¿No es comparable la libertad de elegir entre la vida y la muerte con la de consumir o no? Una prohibición mueve dinero y la otra no, así de simple. Queremos ser a-narcos, libres para elegir consumir o no, siendo la segunda opción, con toda seguridad, la que escogería la gran mayoría, incluidos callistas y podólogos.

Colectivo Malatextos. 14 de agosto de 2008.

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