En 2023 convocamos el último encuentro del grupo de reflexión Malatextos, dedicado al Colapso… Y, ahora, en 2024 volvemos sobre el tema, porque creemos que no solo no es un problema más ni está agotado, sino que requiere de una revisión de urgencia, basada en la recuperación de la comunidad y la adopción del enfoque decrecentista, hacia una vida plena e integral. Pero nuestra propuesta para esta ocasión quiere presentar solo una única sencilla medida, en principio, dirigida a los movimientos sociales, pero cuya consecución podría tener efectos muy positivos.
La comunidad ha sido piedra angular de toda vida satisfactoria y equilibrada, también puerta de acceso a una visión de la realidad amplia y de largo alcance. Hoy esa realidad viene definida por la previsión del colapso, y la comunidad seguirá siendo clave en la forma de enfrentarlo por lo que hay que afrontar sus efectos.
Del colapso existen signos evidentes y en progresión: agotamiento de recursos, cambio climático y catástrofes asociadas, desplazamientos masivos de poblaciones, pandemias desconocidas, guerras en las que participan agentes con un poder de destrucción casi total, … Constituyen una diversidad de causas y posibles combinaciones de varias de ellas de las que se deriva una imprevisibilidad de las formas que pueda adoptar el colapso y la hondura de su alcance.
Esos signos dan pistas de las características de la sociedad más favorable para afrontarlo: comunidad frente a individualismo, sociedad frente a consumismo y despilfarro, cooperación frente a competitividad, decrecimiento frente a desarrollismo y autonomía y horizontalidad frente a globalización.
El colapso no es un dato más, es el marco en el que se encuadran todos los otros elementos de la realidad. Sus signos, que nos sirven de indicadores para nuestras formas adecuadas de vida y organización, también inciden en nuestras formas de actuación social general. Problemas como la emigración, las desigualdades, los mega-proyectos, la vivienda, la alimentación, la sanidad o la educación, el paro y las reivindicaciones laborales, etc., no pueden dejar de tener en cuenta ese marco pre-colapso en el que están enmarcados y que les confiere de un sustrato y una orientación común.
Y es, justamente, esa orientación común la que tendría que servirnos de elemento unificador de nuestras propuestas, de los mensajes que dirigimos a la sociedad y de las luchas que convocamos, con la intención de poner freno a la actual dispersión y el consiguiente debilitamiento de los movimientos sociales. Resulta evidente que precisamos afianzar nuestras relaciones y que las mismas sean realmente más cooperativas en aras de salvaguardar un bien común amenazado.
Así es, el colapso que nos une, también debe orientarnos. Si el marco que define nuestro tiempo es el colapso como catástrofe eco-social de dimensiones incalculables, el tipo de respuesta que demanda ha de priorizar y atravesar todas nuestras luchas, reflexiones y acciones. Del mismo modo que hemos adoptado la defensa de los derechos humanos, la conciencia de clase o la perspectiva de género como connaturales a cualquier lucha transformadora, debemos sumar la perspectiva colapsológica, con sus demandas y oportunidades, a nuestro acervo emancipador para colocarlo en primer lugar. Pero no como retórica sino como principio que ha de guiar y unificar unas luchas de carácter híbrido, que fusionen colapso con el ecologismo, el feminismo, el sindicalismo, el pacifismo, la política, etc.
No puede haber mundo, ni presente ni futuro, si la perspectiva del colapso no modula y hasta enriquece todas nuestras luchas históricas. Porque en algún momento hundiría a todas ellas en la incomprensión, la ineficacia y la desesperación por el acelerado rumbo del planeta hacia la barbarie. Pero no solo queremos compartir esta convicción que ya intuyen los propios movimientos sociales; nuestra propuesta (u otras similares) es que su urgencia acabe, progresivamente, con la dispersión y atomización de luchas legítimas para contribuir a una unificación que las potencie con sentido finalista.
Al hilo de esta propuesta, que es al tiempo un reto práctico y un camino hacia una vida más plena e integral, nos preguntamos: ¿Hemos de construir un movimiento social de base que unifique todas las luchas? ¿Sería esta la comunidad que necesitamos tejer frente al colapso? ¿Hemos de priorizar algunas o solo enfocarlas bajo el decrecimiento? ¿Nuestro calendario de actividades y acciones ha de coordinarse? ¿Seremos capaces de dejar al lado nuestras particularidades para trabajar por un amplio consenso desde abajo?
La propuesta a los movimientos sociales de Una nueva oportunidad: El colapso que nos une, finalmente, como una llamada abierta a los movimientos sociales y a las personas para que, más allá de teorías y abstracciones, trabajemos y vivamos bajo el signo de esta comunidad insólita, cuya cercanía y amistad han de ser profundamente transformadoras.
A la tarea de reflexionar colectivamente sobre estas y otras cuestiones relacionadas os invitamos el Martes 26 de Noviembre a las 19:30 h en Triki Traku, en C/Río Arga, 36. Tanto si podéis acudir como si no, serán bienvenidas vuestras aportaciones por escrito.
Os esperamos.
Colectivo Malatextos
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Como complemento de esta convocatoria, añadimos este artículo que queremos difundir por los medios:
El colapso eres tú, somos nosotros/as
¿Cambio climático?, ¿emergencia medioambiental?, ¿crisis ecológica?... Llamémoslo por una vez, sin eufemismos, por su verdadero nombre: colapso. Pues a lo que estamos asistiendo es a un colapso estructural de nuestro modelo de progreso cuya causa inmediata es el calentamiento del planeta, pero cuyos síntomas podemos advertir no solo en las catástrofes climáticas sino también en fenómenos tan dispares como las guerras por el territorio o los recursos, el aumento de las migraciones, la degradación del sector público, la expectativa del dominio de la IA o el populismo neofascista. Colapso que no es un Apocalipsis bíblico con rayos y truenos, sino que se desarrollará, probablemente, como una larga fase terminal del capitalismo hacia la barbarie ante sus límites de crecimiento, cuya expresión más inmediata es la exclusión sistémica y la desigualdad rampante entre clases y entre naciones. Y, es preciso remarcarlo, que ya sufren en carne propia las personas más vulnerables.
Este colapso que no es un castigo del destino ni tampoco responsabilidad exclusiva de una casta de malvados capitalistas. Nos interpela a todos y a todas, directamente, para que revisemos nuestras actitudes, nos posicionemos y actuemos. Sí, ya lo sabemos, el problema es que, gracias a un poderoso conglomerado negacionista de políticos y sindicalistas, intelectuales y expertos, ¡y también ecologistas!, se intenta edulcorar el colapso con el espejismo de la tecnología salvadora, el Green New Deal o la política del avestruz. En fin, un engaño en el que participamos de manera entusiasta o resignada, gracias a nuestra confianza en el capitalismo consumista, la democracia formal o, en última instancia, al egoísmo del sálvese-quien-pueda.
El colapso no son los otros, el colapso eres tú, somos nosotras y nosotros. Y si crees que votar a un partido progresista, reciclar en el contenedor adecuado, dar un óbolo a una ONG o alarmarte degustando una distopía en Netflix te va a salvar, estás en un gran error. Solo estás contribuyendo a acelerar el proceso, a que el colapso sea más insalvable y profundo y aterradoramente estúpido.
¿Y entonces, qué proponemos? Si ni la COP 28, ni la 29, ni las timoratas leyes de cambio climático, ni todos los botes de sopa de tomate que arrojemos en el Louvre consiguen nada significativo, ¿qué podemos hacer para no caer en el catastrofismo paralizante? En ningún caso vamos a proponer la última teoría pseudoutópica, sino una vía de supervivencia y regeneración para el aquí y el ahora. Una vía que huya del voluntarismo individualista y cuya clave ha de ser –ya es, de hecho– una tarea en marcha: la creación de comunidad, comunidad de resistencia, de lucha, apoyo mutuo, solidaridad, de trabajo y de vida. Pues solo una comunión de comunidades que se trence estratégicamente en red puede enfocarnos y convocarnos. Para que pase poco a poco de los actuales grupúsculos bienintencionados a la colaboración de los centros sociales, las iniciativas solidarias y el laboreo de bienes público-comunes; más allá de nuestro gueto activista hacia al conjunto de la sociedad del abajo. Y diréis, con razón: ¡Vaya, una vieja-nueva fórmula! Qué remedio, ante el desastre global, que empezar por lo más elemental...
¿Y esa red de comunidades, dónde ha de fundarse y arraigar? En todas partes, en ciudades y pueblos, en Navarra y Euskal Herria, pero también en todo el Estado español y en Europa, pero que solo tendrá sentido si finalmente salta fronteras para borrarlas. Esto es, una comunidad tan amplia y diversa y autónoma como sea posible, la cual, de manera coordinada, piense e investigue, discuta y acuerde, examine y valore, divulgue y denuncie, genere crítica y nuevos imaginarios, reparta el trabajo y la riqueza, comprometa y transforme y sea aventada como diente de león... ¿Una comunidad para armar una sociedad postcapitalista? Probablemente habrá de ser decrecentista, convivencial y frugal, siempre que esté atravesada por la lucha de objetivos comunes en torno a la igualdad, la equidad y la justicia social. Y, más allá de movilizaciones puntuales, sostenida por un sustrato de sólidos consensos jerarquizados no solo de los movimientos sociales sino de una mayoría social lo más amplia posible. Pues, frente a la tradición convencionalmente revolucionaria de una izquierda arrogante habremos de ser capaces de una reforma tan radical como permanente con la perspectiva de lo concreto realizable, tanto de hacer día a día como de no-hacer, de activarnos como un tsunami pero también de desertar con el boicot, la huelga o la desobediencia civil. No debemos olvidar la inmensa fuerza callada del preferiría-no-hacerlo...
El colapso no es el final sino ese nuevo campo de batalla político-social, eres tú somos nosotras y nosotros. Y la salida hacia el postcolapso eres tú con nosotros, en esa comunidad de imaginación política y espiritualidad cívica, tan diversa como glocal, que puede adaptarse a cualquier terreno o condición, y a la que todos estamos llamados a participar.
De esta convicción nace la propuesta del Colectivo Malatextos, El colapso que nos une, y sobre la que te invitamos a trabajar junto a los movimientos sociales de nuestro entorno:
No puede haber mundo, ni presente ni futuro, si la perspectiva del colapso no modula y hasta enriquece todas nuestras luchas históricas. Porque en algún momento hundiría a todas ellas en la incomprensión, la ineficacia y la desesperación por el acelerado rumbo del planeta hacia la barbarie. Pero no solo queremos compartir esta convicción que ya intuyen los propios movimientos sociales; nuestra propuesta (u otras similares) es que su urgencia acabe, progresivamente, con la dispersión y atomización de luchas legítimas para contribuir a una unificación que las potencie con sentido finalista.
Al hilo de esta propuesta, que es al tiempo un reto práctico y un camino hacia una vida más plena e integral, nos preguntamos: ¿Hemos de construir un movimiento social de base que unifique todas las luchas? ¿Sería esta la comunidad que necesitamos tejer frente al colapso? ¿Hemos de priorizar algunas o solo enfocarlas bajo el decrecimiento? ¿Nuestro calendario de actividades y acciones ha de coordinarse? ¿Seremos capaces de dejar al lado nuestras particularidades para trabajar por un amplio consenso desde abajo?
La propuesta de El colapso que nos une, finalmente, como una llamada abierta a los movimientos sociales y a las personas para que, más allá de teorías y abstracciones, trabajemos y vivamos bajo el signo de esta comunidad insólita, cuya cercanía y amistad han de ser profundamente transformadoras.
Un personaje de Un sollozo del fin de mundo, la novela colapsista de Matías Escalera, señala al final: “¿No es acaso el presente un sueño despierto del futuro?”. Es posible, pero hemos de soñar despiertos nuestro presente cotidiano para, transformándolo radicalmente, sobrevivir a los oscuros designios de ese futuro asumido, para evolucionar hacia una utopía comunal, tan tangible como real, tan problemática como habitable. Solo el colapso que nos une, puede orientarnos en esa dirección.
Colectivo Malatextos,
Iruñea, nov. de 2024.