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Agua



En Flint, Michigan, EEUU, viven unas cienmil personas, en su mayoría negras, en su mayoría pobres. En 1989 General Motors decidió deslocalizar miles de puestos de trabajo de esta zona, lo que deprimió definitivamente su economía. En Flint, a pesar de las bajas rentas, se pagan altas facturas por el agua lo que animó a sus dirigentes a prescindir del abastecimiento de Detroit y buscar recursos propios. Lamentablemente el agua local está contaminada con plomo y otras sustancias que han intoxicado a sus gentes durante más de un año de consumo. Las autoridades, conscientes de la situación, no han actuado ni en tiempo ni en forma, permitiendo que se haya llegado a una situación de emergencia humanitaria.
Una vez más, en el corazón de la bestia, como pasó en Nueva Orleans con el Katrina, se homogenizan las condiciones de su población más pobre con las de otras poblaciones que viven despojadas de lo más básico en otras latitudes, en el sur económico del planeta. Actualmente, a pesar de que el acceso al agua y al saneamiento es un derecho humano reconocido por Naciones Unidas desde 2010, unos 750 millones de personas no tienen acceso al agua potable en todo el mundo, algo tan básico que nos debe avergonzar como especie. En la República Democrática del Congo, donde más del 50% de la población carece de agua segura, falta tecnológía para acceder a las aguas subterráneas de las que disponen, en cambio sobran armas para las milicias que controlan el tráfico de Coltan que necesitamos para acceder a tecnología moderna como nuestros móviles.
De hecho, es con lo más básico con lo que se va mercadeando cada vez con mayor intensidad, en un mundo en el que traspasamos con creces sus límites ecológicos por nuestro afán de crecimiento y consumo. Así, la privatización del agua llega a nuestras sociedades occidentales, donde en muchos casos las multinacionales controlan el suministro y aplican sin sonrojo y con mano dura los cortes que hagan falta y el aumento de los precios que su sed de beneficios exija, una sed que pretenden mitigar con el agua de la gente.
El agua como bien estratégico, al servicio del ciclo desarrollista que padecemos, por encima del bienestar y la seguridad de la población, por encima de la conservación de nuestro entorno, es algo que conocemos bien en Navarra (Itoiz, Yesa, Canal de Navarra...), y oponerse a ello ha sido objeto de señalamiento. Pues bien, pensemos que el verdadero progreso es el que garantiza nuestro futuro y el de futuras generaciones de forma sostenible y respetuosa con el medio. Rechacemos la concepción del agua como materia de especulación y rechacemos también las soluciones que el capitalismo nos trate de ofrecer para contener el problema pues sólo son manzanas envenenadas como el agua de Flint, que por el momento tan sólo han logrado aumentar el agua dulce del planeta derritiendo el agua de los polos a base de emisiones de dióxido de carbono.

Colectivo Malatextos, 28 de enero de 2016

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