El tiempo de la economía de consumo, por suerte, toca a su fin por más que nos empeñemos en pintarnos una realidad más amable, más acorde a estos tiempos modernos y sobre todo, acorde con ese positivismo "progre" y bobo, que todo lo abarca y lo paraliza, que espera que todo se arregle con colorines, narices de payaso y "porque yo lo valgo". Lo estamos confiando al "todo esto es cíclico y pasará" o al "no es ésta la primera crisis que pasamos". Porqués de cura, sin ningún tipo de base real pero ciertamente reconfortantes para nuestra alma (de burgués indómito) y cómodos para nuestras rutinas.
Atendiendo
a las diferentes vertientes de esta "última crisis",
podemos ver bien a las claras -quien lo quiera ver, claro está- que
no es igual a ninguna de las anteriores acumulaciones capitalistas,
porque ninguna de ellas, venía agravada por la actual crisis
medioambiental y de recursos que hoy configuran una situación de
absoluta emergencia.
Ante la
gravedad de la situación, socialmente estamos retratándonos como lo
que somos: unas niñas de mamá con miedo a arriesgar lo que por otra
parte, y en muy poco tiempo, nos van a acabar arrebatando. Nos van a
empobrecer a pasos agigantados sustentando nuestro mayor o menor
bienestar en la miseria de todos los demás, que cada vez serán más,
hasta acabar siendo todos.
Pero
como la modernidad manda, hay que ser positivas y confiar en los
partidos de izquierda institucional -los que lo son y los que se
autodefinen como tal-, en sus poco novedosas propuestas, en sus
expertos y en sus soluciones, todo ello, dentro de un sistema que
creen poder controlar: el capitalismo. Es la mejor forma de seguir
como hasta ahora: ni pobres, ni ricas, siempre jodidas en el tajo,
pero con cuatro pesetas para comprarnos las narices de payaso y poder
acceder a algún lujillo que nos eleve, aunque sólo sea de
forma efímera, de clase social.
Echando
un vistazo hacia atrás, podemos comprobar que con cambios de
gobierno y modificaciones fiscales no podemos ni por un momento
pensar que vamos a salir de este atolladero. El sistema capitalista
además, tiene una capacidad admirable para adaptarse a
cualquier situación y salir airoso, pero es que en la actualidad, no
parece mostrar ninguna gana de hacerlo. Ahí están China, India,
Pakistán,... que son el nuevo Dorado de las grandes corporaciones.
¿Alguien cree que Inditex, Endesa, Arcelor, etc. van a avenirse a
tributar al 60 ó 70%, por ejemplo, por el bien común? ¿Alguien
cree que, con esas herramientas, las clases capitalistas, la santa
madre iglesia y demás rapiña económica, van a aceptar una sociedad
justa e igualitaria? ¿Realmente queremos una sociedad justa e
igualitaria o nos basta con hablar de ella?
La
situación actual requiere "pegar a grande", pudiendo ganar
o perder, pero asumiendo que debemos arriesgar. No nos tiene que
bastar con maquillar la realidad manteniendo una precariedad en todos
los aspectos de nuestras vidas en pro de mantener ciertas parcelas de
poder. Debemos pelear por un cambio radical de políticas, por
organizarnos entre diferentes creando las condiciones para que ese
cambio sea posible, definiendo nuestro propio campo de juego y sus
reglas. Y eso se hace en la calle, en contacto con personas (lo que
hacemos a través de la pantalla de un ordenador o de un móvil,
firmando un Charge.org o enviando un Güasap debería ser un elemento
accesorio a la acción, no la acción en sí misma, papel que parece
se le va asignando). Hay que dedicarle tiempo, probablemente no más
que el que pasamos delante de la tele o dando vueltas con los críos
"por el Itaroa"; mostrando nuestro cabreo ante tanta
injusticia y no en los bares o con desfiles coloristas donde "nos
damos una vuelta antes de echar un pote", donde todo está atado
(el número de banderas por organización, los minutos por
intervinente, el orden, los "permisos",...). Hay que
escaparse de ese ansia estético y destructivo por ver "una
buena foto" al día siguiente en el periódico, mostrando de
forma artificial lo que realmente somos y que queda en absolutamente
nada a efectos de lucha o consecución de objetivos.
Bienvenido
pues el cambio de gobierno en Navarra aunque no sea más que por
higiene mental y por enviar un mensaje claro al mundo del politiqueo:
"no todo vale". Con la bienvenida una advertencia: dentro
de este sistema no hay solución posible. Y con la advertencia una
última reflexión: desde las instituciones del sistema no podemos
acabar con el sistema mismo. Del mismo modo que cantaba Evaristo
aquello de "no se han hecho los misiles para no explotar",
tampoco se han hecho las instituciones para la emancipación social.
Y podremos poner las excusas que queramos, pero sin hacer extensivas
las luchas, sin tomar las calles y sin la determinación clara de
cambiar las formas actuales de hacer política y de distribuir los
recursos, lo único que nos queda es el suicidio colectivo, mucho
menos cruel que el futuro que nos espera. ¡A ser positivos!
Colectivo
Malatextos 07-03-14
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