El anuncio de la reforma contra el empleo sumergido, no tiene más realidad que la de maquillar las cifras de paro registrado, con las que maquillar una debacle electoral, así como desviar el ascua sobre quien en verdad estaba apuntando. Pues todo fetén, como la lucha contra el fraude fiscal está socialmente aceptada, plantear esa enmienda gana adeptos y borra de nuestra conciencia el verdadero y enorme fraude ejercido por el gran capital, en forma de despidos costeados por la masa asalariada, condonaciones en las cotizaciones a la seguridad social, beneficios fiscales… plusvalías que vuelan en huelga de control aéreo a paraísos lejanos de nuestro particular infierno de cinco millones de condenados a la hoguera y otros tantos que nos movemos en el limbo, limbo en todas sus acepciones.
Al gran capital, cuando se anuncia en los medios a todo parné, le importa relativamente que domiciliemos nuestra nómina en el Santander, que nos aprovechemos de las rebajas del Corte Inglés, o que nos regalen teléfonos por llamar a su número.
Al gran capital, cuando se anuncia en los medios a todo parné, lo que realmente le interesa es que Faustino pacte con el “diablo Satander”, sin casa y con deuda de por vida, lo que realmente le interesa es aprovecharse de las rebajas laborales del Corte Inglés, lo que realmente le interesa es que tiremos nuestro nuevo teléfono móvil a la basura porque los niños del Congo no paran de llenar bolsas de Coltan, conguitos para todos.
Ocultar estas realidades es su real banquete de beneficios gastronómicos, cada página impar de prensa de un domingo a cuatricromía, cada anuncio televisivo en horarios de gran audiencia, exige contraprestaciones en los contenidos del medio, ocultar realidades, esa es la auténtica propaganda, que se propaga sin mesura salvo cada vez menos excepciones, lo cual preocupa, pues se puede vivir con cierta independencia, vivir con decencia, los medios deben perder ese miedo.
Por otro lado, a quienes carecemos de choja, las alternativas de difusión se estipulan como infracciones, el pacto cívico de Iruña es un ejemplo, pacto que da cera a quienes ensucian la ciudad con carteles, no al derramar de cirios que dejaron el suelo del casco viejo hecho un cristo mientras adoraban a su becerro la pasada semana santa, al igual que el capital cuando adora a la mansedumbre que ya no dice ni «mu», que calla bien por adormecimiento social o bien por miedo, herramienta ésta que se emplea de manera sistemática, que vale tanto para ordenar ingreso en prisión por pintadas contra el TAV, como para asustar a los fumadores con fotos de casquería pulmonar inmortalizando paquetes de cigarrillos, pues no me sorprenderé de que la controvertida foto de Bin Laden abatido se anuncie próximamente en nuestras cajetillas.
Colectivo Malatextos, 10-05-11
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