A raíz de las revueltas que se están desarrollando en Túnez, Libia,  Egipto,... los gobernantes occidentales comienzan a posicionarse. En su  lenguaje, los eslóganes y grandes palabras atronan nuestros oídos a  través de los grandes grupos de comunicación, lo que lleva a nuestras  bocas sus cínicas palabras: "exigimos respeto a los DDHH", "estas  revoluciones son muestra de las ansias de democracia", "condenas sin  paliativos hacia los dictadores", etc. Pero ¿acaso, no han sido estos  dictadores y sus regímenes, aliados de estos mismos gobiernos  formalmente democráticos que ahora les condenan? 
Hay algo que nuestros gobernantes tienen  absolutamente claro: los negocios son los negocios, muy por encima de  cualquier persona o pueblo y sus derechos. Y si lo que está en juego es  el petróleo y el gas, combustibles de los que somos dramática y  voluntariamente dependientes, la cosa se pone todavía peor. Hay que  garantizar su distribución y contener su precio, si no queremos que se  dispare la inflación y por arte de birlibirloque se incremente el paro  (nadie entiende esto, pero es lo que nos repiten una y otra vez). De ahí  que, poco a poco, han ido desapareciendo de las noticias aquellos  países que no son ricos en estos recursos, y el foco informativo se ha  ido centrando en Libia.
En  cuanto revueltas de tipo social el único interés de los países  occidentales es que no se desmadren y que los nuevos dirigentes les  sigan sirviendo como aliados en la zona, como meros mamporreros de  occidente. Para ello, hablan de "transición democrática" y aparecen  figuras ajenas al pueblo -quienes han realizado las revueltas y expuesto  incluso su vida- que con la ayuda inestimable de gobiernos y medios de  comunicación tratan de prostituir las legítimas aspiraciones de la  gente, intentando maquillar todo para ahogar ese primer y saludable  impulso popular. Pondrán un presidente, habrá elecciones, los miserables  lo seguirán siendo y las grandes fortunas y clases medias, se jactarán  de su situación de privilegio haciendo loas a la "nueva democracia"  deseada por "todos". 
Más que  las aspiraciones de las poblaciones interesan el petróleo y el gas. No  es un secreto ya para nadie, que la escasez de combustibles fósiles es  un hecho, y que los más optimistas de los analistas sitúan en torno a 20  años su vida útil -lo que quiere decir que vamos a asistir a profundos  cambios en la próxima década por agotamiento del propio sistema. Será  cosa nuestra, cambiarlo para mejor o acabar bajo una bota militar-.     Las revueltas de tipo social se cruzan con los intereses esenciales del  capitalismo, y ¡ay, amigo!, eso requiere una actuación manu militari  pero muy democrática y respetuosa con los DDHH (el cinismo del que  hacemos gala en occidente ha llegado a cotas de absoluta indecencia).  Este sería el caso de Libia, en el que ya comienzan a bombardearnos,  nunca mejor dicho, con la necesidad de parar los pies a un sátrapa que  ataca a su propio pueblo. ¡Tranquilos compadres!, la OTAN ya tiene  preparado un plan que sólo llevará a cabo bajo mandato de la ONU (así  los muertos resucitarán antes), se engrasa de paso la industria de  guerra, se controla el abastecimiento de combustible y alargamos un  poquito más la agonía del sistema. 
Pero, ¿dónde queda el pueblo  Libio?. El gobierno español vendió durante el año 2010 una enormidad de  armas al gobierno del que hoy consideran un sátrapa, y son esas armas  las que se estarán utilizando para bombardear al pueblo. Todo lo que nos  rodea es asqueroso; todo se limita a un intercambio cruel entre grandes  compañías y políticos que legislan en favor de éstas, legalizando y  dando una capa de humanismo a cualquier tipo de abuso que sirva al  sacrosanto "crecimiento económico", que a su vez, servirá para presentar  ante las sociedades occidentales "datos económicos positivos", lo que  de paso, los situará en las encuestas como "buenos gestores" y, por  tanto, bien colocados en la carrera hacia el poder de sus respectivos  países, lo que, y cerrando el círculo, les permitirá seguir legislando  en favor de las grandes compañías. Después vendrá el retiro en alguna de  ellas como pago a tanto servicio prestado. Negocio y más negocio. El  pueblo libio ni contaba ni cuenta ni contará. 
¿Donde quedamos los trabajadores en este teatrillo lleno  de malos actores? Pues ni siquiera en el olvido, cosa que sería un  alivio. En occidente nos quieren para explotarnos mediante el trabajo y  exprimirnos mediante el consumo. Y en los países empobrecidos ni  siquiera importa que consuman, porque    sus materias primas y los  productos que manufacturan no son para ellos, los hacen para nosotros,  así que da igual que se mueran o mal vivan, ya que su suerte no le  importa a nadie. Caso aparte constituyen las mujeres. La situación de la  mujer en estos países, su sobreexplotación e invisibilidad, es a menudo  mentada por los guardianes de la democracias, ocultando que su  sufrimiento tiene un componente socio-económico global, como productoras  y como garantes de la sostenibilidad social de un sistema que beneficia  enormemente a occidente. Cuando llegue la democracia, poco o  nada cambiará para ellas De todos modos, todo esto lo conocemos, sabemos  cómo funciona el mundo. Y si lo sabemos, ¿porqué seguimos consintiendo  que pase? Da igual, olvidémoslo, nosotros votamos cada 2 años y al  menos, sólo nos explotan. Ahora a pensar en las municipales y forales,  ¡qué asco!, ¡qué asco dan!, ¡qué asco damos!.
Colectivo Malatextos 15-03-11
Colectivo Malatextos 15-03-11