Ya son más de 3000
personas que han perdido la vida en el Mediterráneo intentando llegar a
las costas Europeas. Si bien llevamos la cuenta exacta de las personas
asesinadas por el terrorismo Yihadista en
nuestra Europa-bunker, desconocemos el número de personas muertas en
los bombardeos de la coalición Occidental y de Rusia en Siria, Irak,
Kurdistán… La pasada semana se dedicaban largos minutos de información
de un telediario de una cadena televisiva al
tiroteo de Múnich, en el que murieron 9 personas. Pocas noticias
después, en menos de un minuto se despachaba el doble atentado en Kabul
en el que murieron 61 personas a manos del Estado Islámico. No se trata
de comparar ni de aplicar reglas de trés al sufrimiento,
se trata de analizar por qué nos cuesta sentir y compadecer estas
tragedias cuando no nos identificamos con el perfil de las víctimas: su
modo de vida, raza, poder adquisitivo...
Conocemos los
rostros y nombres de las víctimas de los atentados de Paris, Bruselas,
Niza, Múnich… sabemos dónde trabajaban o si estudiaban, si tenían
Facebook, su origen social, etc. ¿Qué sabemos de las
victimas de nuestros ejércitos y de la OTAN en nuestra guerra contra el
terrorismo? Muy poco, tan sólo que la inmensa mayoría son pobres a
rabiar, que hemos esquilmado sus países, que les hemos robado su futuro.
Viéndolas caminar hacia Europa nos recuerdan
a los/las zombis, parecen que están muertas en vida. En Europa, EEUU,
Canadá o Australia, ¿a quiénes nos importan estas no-personas? ¡A nadie!
En el mundo global del capital estas personas sobran y son una amenaza para nuestra vida acomodada y venida cínica y estúpida.
Colectivo Malatextos, 30 de julio de 2016
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