ONGI ETORRI

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Karoshi


Este es el término que en Japón designa la muerte por exceso de trabajo, una realidad aceptada por el Gobierno japonés, el cual ya legisla y publica recomendaciones con el fin de combatir los más de 300 casos de Karoshi anuales.

Largas jornadas laborales, horas extraordinarias que se alargan más allá de lo imaginable, no disfrute de libranzas y vacaciones,... Este es el escenario laboral que hace del trabajo una epidemia mortal en Japón. Vivir para trabajar llegando, incluso, a morir por trabajar tanto.

Hoy por hoy, incluso en una sociedad como la nuestra, muy predispuesta a los discursos desarrollistas, todo esto suena a locura. No obstante, cabe preguntarse si, en un grado inferior, no estamos padeciendo una dinámica semejante: dificultades para la conciliación familiar, estrés, enfermedades profesionales y accidentes laborales, flexibilidad laboral que pone nuestros tiempos y calendarios a disposición de la productividad caprichosamente deseada por los mercados...

Podríamos pensar en trabajar menos horas para vivir más nuestra propia vida, con mayor salud, con tiempo para dedicar a los cuidados, al ocio, la cultura, al descanso, a las relaciones sociales o a la participación social. Por si fuera poco, trabajando menos podríamos trabajar todas y todos. Lamentablemente, en una sociedad como la nuestra, muy predispuesta a los discursos desarrollistas, todo esto suena a locura.

Lo que está claro es que debemos elegir y tomar partido. O bien optamos por el reparto del trabajo asalariado o bien aceptamos, a modo de Harakiri, el Karoshi. Hace dos semanas, representantes de un amplio abanico sindical participaron, de la mano de Banatu Taldea, en un taller sobre el reparto del trabajo. Si bien se confrontaron distintas posturas y se dio un debate de calado, podría ser que el germen de la idea de un trabajo asalariado social y ecológicamente sostenible pudiera estar presente en los anhelos de quienes participaron en aquella actividad.

Nos toca resoplar a todo pulmón sobre todo rescoldo que pueda hacer prender esa imposible hoguera que nos alumbre en la senda del buen vivir y del bien común, para que nuestros nietos y nietas no la casquen un buen día, de tanto trabajar. 
Colectivo Malatextos, 8 de noviembre de 2016

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